Ale: Dios, ¿no te rompe un poco los huevos que la mitad del mundo no crea en tu existencia, y la otra mitad se la pase pidiéndote boludeces?
Dios: Es un toque frustrante, sí. Imaginate si en lugar de ser Dios, fuera... qué sé yo, una mandarina. Ahora imaginate que la mitad del mundo dice "las mandarinas no existen, y todos los verduleros son pedófilos". Y la otra mitad, que sí cree, te manda todo el tiempo uatsaps pidiéndote que gane Aldosivi o que le crezca la garcha a más tardar el sábado tipo 7. Insoportable, boludo. Pero bueno, es laburo.
Ale: Dios, si Majul y Baby Etchecopar estuvieran por morir y pudieras hacer un único milagro, qué hacés: ¿le hacés meter un gol al malhecho de Higuaín o le curás la tartamudez a Roberto Giordano?
Dios: Los doy vuelta: que Higuaín sea tartamudo y Giordano sea un paralítico jugando al fútbol. Total, no les jode para nada en su trabajo, y yo dejo de escuchar mi nombre en cada partido.
Ale: Dios, ¿en qué carajo estabas pensando el día que creaste el dulce de membrillo?
Dios: Fue un ensayo y error: la primera vez me equivoqué y salió el membrillo; después aprendí y salió el dulce de batata. Como con las minas: primero le puse manteca de más y me salió Claribel Medina, después ajusté y me salió la Kloosterböer.
Ale: Dios, ¿vos garchaste alguna vez?
Dios: Vos sabés que una vez estuve a punto, con Mirtha Legrand, pero al final me dijo que no porque no le gustaban los pendejos. Los pibes, digo; los pendejos no tienen pendejos, mirá qué loco, je.
Ale: Gracias, Dios.
Dios: No, graciavó.
En nombre del padre, del hijo
y de la reputa madre que te parió.