En las próximas entregas haremos un breve pero exhaustivo informe sobre el accionar de esta inextinguible raza en la que quizá sea su peor versión: el pelotudo en su período vacacional.
Hoy, el capítulo 1: el comienzo.
El pelotudo y la información
Al pelotudo le encanta contarle al mundo sobre su vida: 7 de cada 10 autos en la ruta tienen ese estúpido calco con la familia, cada uno más detallado que el anterior; papá-mamá-3 nenes-2 perros y 1 gato. Papá y el varoncito tienen camiseta de Boca, mamá y las nenas tienen carteritas para ir de shopping. El perro es rosa.
El pelotudo hace cola en las casas de remeras para comprar la que dice "No toy, me fui a Mina Clavero" o, Dios nos libre y nos guarde, "YouTube en Mina Clavero". Ahá, ¿estuviste en Mina Clavero? Y decime, ¿qué carajo me importa a mí eso, se puede saber?
El pelotudo intrépido, ese que hace de su pelotudez un deporte extremo, ama utilizar los lugares más insólitos para contarle al mundo su imbecilidad. Así es como vamos por el camino de las Altas cumbres y vemos una piedra aerosoleada con la frase "Walter Baigorria. 12/1/97. Caseros". Ok, Waltercito, le contaste a todos que sos de Caseros y que el 12 de enero de 1997 pudiste escribir una piedra. Genial. Ahora, ya que estamos, ¿por qué no te metés el aerosol en el orto y te autografiás el intestino grueso, Waltercito?
El pelotudo y el supermercado
Al parecer, la ley obliga al pelotudo a ir al supermercado los días de cambio de quincena y/o los fines de semana, así se asegura encontrarse con los demás pelotudos turistas y los habitantes locales. La franja horaria obligatoria es la comprendida entre las 19 y las 21 horas, no sea cosa que lo encuentre vacío por error.
Después de haberse pasado al menos un 3% neto de su estadía dentro de un supermercado, el pelotudo descubre el último día que deberá dejarle de regalo al próximo inquilino o al dueño de casa la mitad de la heladera, incluyendo medio sachet de mayonesa, un limón Minerva casi entero, 3 papas, 1 un tomate, 2 huevos, chimichurri, barbacoa y otros productos con packs no aptos para estadías cortas.
El pelotudo y el sol
El pelotudo autobronceante se divide en dos grupos: el primero le escapa al sol y vuelve a los 15 días blanco como si hubiera estado de vacaciones en la estación Malabia del Subte B o, peor aún, con el cuerpo y la cara bicolores, cuerpo blanquito y brazos fucsia cual banderín de Estudiantes de La Plata, además de la cara de mapache por la marca de los anteojos.
El segundo grupo le entra de lleno y, por culpa de la ansiedad, pasa por todos los estadíos de quemazón, sachet de leche - jamón cocido - culo de mandril - cadáver de las Torres Gemelas, todo el primer día.
Éste es sólo el comienzo, claro, habrá mucho más en las próximas entregas; porque el pelotudo se toma vacaciones, pero la pelotudez no.
En las vacaciones, el pelotudo se pone cualquier cosa.