Le dio tanta bronca su propia ineptitud que comenzó un plan de autodesestabilización, que incluyó acciones macabras como la creación del dulce de membrillo y de Valeria Lynch. Pero eso fue contraproducente ya que el mundo, en lugar de repudiarlo enérgicamente, abrazó esas costumbres y llenó pastelitos y estadios.
Deprimido, Dios optó por un plan sistemático de aniquilación mental, consistente en despertar a todo el mundo con los gritos de Madcelo Bodelli y sostener el martirio con maratones musicales de Dread Mar I. Pero nada de eso funcionó.
Intentó e intentó: probó con Baby Etchecopar, con la vuelta de Sábado Bus, con terremotos, inundaciones y con el libro de Belén Francese; y nada.
Y un día renunció a la maldad, más que nada por su ineficacia. Y se volvió bueno: creó al pibe que hizo rapar a las fans de Justin Bieber haciéndolés creer que tenía leucemia; creó el queso Gouda y el parmesano en hebras; creó a Sienna Miller y ahí ya medio que se fue al carajo.
Por eso hoy nos va como nos va: porque tenemos un Dios sedado, cansado y adicto a las galletitas Toddy. Ahora canta canciones de Lisandro Aristimuño y lee a Paulo Coelho.
Al final, Dios no era ni tan bueno ni tan poderoso ni tan justo: al final, Dios es Lilita Carrió, y nadie hace nada. Qué país boludo, qué país.
Milagro: Dios apareció en el culo de Mouche.