Recién estamos a mediados de noviembre, pero hace al menos 10 días que los supermercados, shoppings y súper tiendas están adornados con toda la parafernalia navideña. Esto, que bien podría ponernos un poco nerviosos a los que sentimos que para navidad nos faltan 3 eras geológicas (la mayoría, supongo), nos debería servir de oportunidad: estamos a tiempo de cambiar esas estúpidas costumbres de toda la vida. Sí, como
lo hicimos con las actitudes vacacioniles, hoy lo hacemos con las fiestas. A saber:
- Ya sabemos que se viene una infinidad de “che, a ver si nos juntamos antes de fin de año”. Evitemos la pantomima: si nos queremos ver, empezamos desde ahora con el telefonito y a juntarse en noviembre. Después no hay tiempo para nada.
- El laburo: es bien sabido que a partir del 8 de diciembre nadie hace nada, y está bien. El problema son los que saben esto pero no se sacan las obligaciones de encima antes, y se tienen que clavar. Si lo sabemos, resolvamos antes y dediquémonos a festejar todo el mes.
- La comida del 24: la navidad y los cumpleaños son de las pocas cosas que sabemos exactamente cuándo van a suceder, y sin embargo dejamos todo para el final. Tal es así que el 23 a la tarde todavía se discute si matambre o vittel toné (o vitel toné, o vittel thoné, o como se diga).
- Sub-ítem: iba a decir que encargando el lechón a la panadería con tiempo se solucionaba todo, hasta que reflexioné: ¿por qué en las fiestas se cocinan lechones en las panaderías? ¿Por qué en las fiestas y no todo el año? ¿Por qué nadie se cuestiona esto? ¿Por qué, entonces, no se hacen pizzas en las verdulerías o asado en las fiambrerías?
- Los regalos: lo mismo que antes, ¿qué necesidad de ir el 23 a la noche, pudiendo ir en agosto? Sé que es exagerado, pero ir el 23 es igual de pelotudo.
- Los regalos (bis): ahora que aprendimos que tenemos tiempo, podemos usar la creatividad y eliminar de una vez por todas los desodorantes, las medias o las bombachas rosas, como base. Podemos ir más allá y obviar los CDs, las remeras “de ocasión” y las ojotas. No te digo de hacer un concurso a la creatividad navideña, pero se puede poner un poco de garra, che.
- Los petardos: qué temita. Hay algunos que están buenos, la verdad, sobre todo las cañitas que hacen colores y quilombos en el aire. Pero hay algunas berreteadas que sólo hacen “fiiiiiiiiiii” y pf, desaparecen sin pena ni gloria. A esas, las que no sirven para nada y cuestan una buena moneda (y un ojo, si uno es poco hábil), les decimos NO.
- Las frutas abrillantadas: ni siquiera hay que explicarlo, hay que erradicarlas. Lo mismo con los higos y todas esas cosas gomosas. Lo único que sirve son las frutas secas tipo almendra, castañas o nueces, pero no para navidad; esas son para el invierno. El turrón está en revisión, queda a criterio del festejante. Eso sí, al de yema de huevo le decimos NO, mientras que al de maní blandito le decimos SI.
- Llamar al 113 para saber si son las 12: nos ponemos los relojes en sincro con la tele y listo, nada de andar haciendo la pelotudez que hacen TODOS y que, por supuesto, es al pedo ya que (obviamente) va a dar ocupado.
- La organización de autos para la vuelta: en una fecha en la que es absolutamente sabido que no hay bondis ni remises hasta las 3 AM como temprano, el que se clava es un gil. No es necesario tener auto, sólo es cuestión de organizarse con un tío o juntarse en casa y que se maten los demás.
- La pregunta “¿dónde pasás las fiestas?”: primero, ¿qué te importa? Segundo, ¿te cambia algo que te diga “en lo de mi tía Alcira”? La respuesta invariable es “ah”. ¿Y ahora? Pavos.
Como siempre, hay muuuuuuchos más ítems por desarrollar, lo que no hay son más ganas.
Parece ser que es la única oportunidad del año para comer esto.