Si te pusieron un nombre de mierda, al menos tenés a quién putear. Incluso podés cambiártelo legalmente si lográs demostrar que perjudica tus relaciones interpersonales causando un menosprecio por parte de tus interlocutores o, para ser más claros, que llamarte como te llamás te cagó la vida.
Lo que no se puede elegir es el apellido, y hay algunos que realmente tienen mala suerte. Y no necesariamente me refiero a esos apellidos cuya malalechez es autónoma, como llamarse Juan Verga, ponele. Ahí ya estás al horno.
Pero hay apellidos que a priori no joden para nada, pero de acuerdo a la carrera que elijas, por ejemplo, se convierten en una tortura. Por ejemplo, para ser jugador de fóbal tenés que tener sí o sí un apellido con métrica musical; caso contrario estarás destinado al fracaso. El 9 de Gimansia se llama Denis Stracqualursi (GRAN apellido). Jodeme boludo, ¿cómo le gritás en la cancha? Estracualuuuu, Estracualuuuu... no da. O peor, uno que jugaba en Lanús: Graf. ¿Cómo hace la hinchada? Graaaaaaaaaaaf... Graaaaaaaaaaaaf*... ¡una bosta! Esa es la única explicación que le encuentro a la ausencia más notoria en nuestra selección para este mundial: no, qué Riquelme... ¡Dátolo! Imagináteló en el balcón de la Rosada con la copa en la mano y el pueblo entero al grito de Dáaaaaaa-Tolo, Dáaaaaaaaaa-Tolo. Raro.
¿Y Crespo? Todo bien con ese apellido, pero no podés jugar en la Lazio boludo. Con tantos clubes, ¿tenías que ir a ese? Qué só, ¿jodón?
Una compañera de laburo de la flaca se llama
Paz de nombre... y se casó con Pablo
Guerra. Paz de Guerra, la pobre cristiana. Dejame de joder. Y no es un chiste eh, preguntale a ella si se ríe.
Y todo esto lo digo por experiencia eh. Una vez en el colegio, un profesor nuevo que me cagó a pedos generó esta conversación:
Profesor nuevo:
Usted, el del fondo, me tiene cansado. ¿Cómo se llama?
Un servidor:
Perazzo.
Profesor nuevo que la pifió:
Pero cómo, ¡¿encima me carga?!
Y lo mandé
a cagar, como es lógico, mientras todo mi curso se reía y el profesor me regalaba 15 amonestaciones, como es lógico. Si me hubiera apellidado
Fernández no pasaba nada. O incluso
Stracqualursi.
El único que superó la dificultad apellidatoria es el Diego. Porque convengamos, cantarle
Maradóoooo es ponerle buena onda, que nadie haría por
Pasaréeeee... ponele.
* En un Boca-Lanús que Boca iba ganando 2-0, esbocé en la cancha mi teoría del no-éxito de Graf por su apellido. Nos metió 2 goles y pegó un tiro en el palo, empatamos 2-2 pidiendo la hora. Casi me cagan a trompadas. Y bue.
Ay, "Juan Carlos Pérez Loizeau". Te llamás Juan Pérez, papá.