Para muestra, un botón

Uno se pregunta por qué la mitad de las noticias de choreos de bancos, piratas del asfalto o secuestros extorsivos tiene como chorros protagonistas a policías, esos tipos que supuestamente deberían estar del otro lado del mostrador. Y uno cree responderse correctamente a esa pregunta al mencionar la tentación de ganar fortunas de un saque vs. jugarse el cogote por 3 mangos, o temas más profundos como la corrupción del poder.

Patrañas, señores. La verdadera razón por la que un cabo de la bonaerense te chorea el DVD o que un referí te cobra un penal escandaloso sobre la hora es mucho más simple: el uniforme.

Sí, el uniforme. Un tipo que desde los 18 años está obligado moralmente a usar bigote y oficialmente a ponerse un sombrero que se parece más a una pava azul que a un atuendo serio, está condenado a vivir resentido. ¿Quién, en su sano juicio, podría respetar a un bicibotón de la Metropolitana que te corre en bermudas y te dice que estás yendo demasiado rápido?
¿Quién puede sentir un genuino respeto por un referí que usa pantalones por el ombligo, camiseta sin número fucsia o amarillo flúo dentro del pantalón, medias hasta las rodillas y un aerosol de medio litro de espumita colgando del cinturón, y que tiene que abrir las piernas para que la pelota no lo toque? Si un ridículo así me quiere amedrentar, me dan ganas de pegarle un coscorrón en la ceja, por gil. ¿Cómo, entonces, estos señores no van a soñar con botonear todos los partidos, con la bronca acumulada que tienen?

En Brasil, no sé qué división de la policía más heavy que se mete en las favelas a matar narcos a ojotazos, usa un uniforme con la calavera de The punisher. A esos tipos sí que los respetan, no como a los gordos fugazzeteros que tenemos acá.

Señores, si seguimos insistiendo con sandeces como desigualdad social o falta de oportunidades, estamos perdidos. Cambiemos los uniformes, y cambiará el mundo.

Cabo Morales, seccional 44 de Liniers. Irrespetable.