Guerra declarada

Prendés un pucho y viene el bondi. Pensás en un número, no lo jugás a la quiniela y sale a la cabeza. Prendés la tele y, en contra de todos los designios de la lógica, te encontrás con una promo sobre la vuelta de Sábado Bus.

¿Estamos marcados por el destino? ¿La naturaleza, que todos sabemos que es tan sabia como conchuda, se divierte cagándonos la vida? ¿Podemos hacer algo al respecto o estamos condenados?

No, señores. No estamos condenados, pero estamos rodeados. ¿Por quién? ¿Quién usa sus fuerzas negativas para mandarnos a todos a la B? Los pájaros, ¿quiénes van a ser?

Estamos hartos de escuchar la frase “las palomas se hacen las boludas pero quieren dominar el mundo”. Nos estamos quedando cortos, señores. Las palomas son sólo la punta del iceberg. Los canarios, los colibríes, las águilas, incluso los tucanes están conspirando para que este mundo se convierta en un gigantesco nido lleno de caca blanca, sin humanos.

Cada uno de los actos de un pájaro tiene una finalidad: eliminar a la raza humana. Cada vez que un benteveo (bicho feo) le caga la cabeza a un pelado, no está haciendo algo gracioso o de mala leche; está marcando a una víctima, como haría un empleado de banco para una posterior salidera bancaria. Ese pelado, Dios lo tenga en la gloria, tiene los días contados.

Incluso han evolucionado hasta tal punto que aprendieron a comunicarse en nuestro propio idioma con (¡el horror!) los humanos traidores, porque los hay. Para comunicarse utilizan los legales de los comerciales de radio (¿quién le presta atención a esos locutores cocainómanos?) o las “recetas” que vienen en los rollos de cocina. Si prestamos atención, descubriremos que una receta para preparar una sopa de vegetales es en realidad la ubicación exacta de un camión con alimento para pájaros, listo para ser atacado.

Señores, estamos rodeados, pero también estamos advertidos. Son ellos o nosotros.

¿Qué vamos a hacer?

 Chinos vs. palomas: la batalla final.