Sólo sé que qué sé yo

En la mayoría de los casos, conocer la verdad de las cosas puede ser útil, relevante y hasta determinante. Por ejemplo, si a mí no me decían, yo hubiera jurado que Zulma Lobato era una señora algo entrada en años, no muy rigurosa en los cuidados del cutis (qué palabra pavota, cutis, ¿no?) y fiel ejemplo del axioma que jura que si uno se pone bizco y lo agarra un viento fuerte se queda así para siempre. O hubiera apostado cualquier cosa a que Iván de Pineda y Dolores Trull eran la misma persona, pero no.

Pero, por otro lado, hay cosas que es mejor no saberlas. Si conocer la verdad no va a cambiar nada positivamente, entonces para qué, ¿no?

Si te gusta la morcilla, ¿para qué querés saber cómo está hecha? Si te enterás cómo la hacen, no la comés más y te perdés de un manjar achuril. Si aún así le vas a seguir entrando, peor, porque sabés lo feo y sentís culpa por comerte un sachet de sangre con grasa. Es como estar intercambiando información con una señorita y, por un tonto error, preguntarle sobre política y descubrir así que es de San Miguel y votó dos veces a Rico. ¿Para qué?

El día que le dije a mi vieja que Milagritos López era Fernando Peña, le hice un daño irreparable. Con toda mi inocencia le tiré a la cara "¿pero cómo no sabés?". Y ella, cual infante que descubre que Papá Noel son los padres, y que los padres deben 6 lucas de ABL y en lugar de la Play 3 le van a comprar un piyama de Cars con suerte, me miró tristemente y se enteró así de algo que, sin dudas, no hubiera querido saber. Y encima después va y se muere Peña, imaginate.

En el feisbuc hay grupos del estilo "la verdad sobre el Bon o bon: con qué está hecho". Dejame de joder, no me meto ni loco. Qué me importa si está hecho con las palometas que rasquetean de los calzones de Coco Sily, si me gusta me lo como y ya.

Alguna desprevenida lectora insiste con que este humilde servidor se apersone y le muestre sus virtudes en vivo y en directo. No sea pavota, lectora: si lo que tengo para mostrar es un rejunte de letras y caracteres, por algo es. Los lindos se sacan fotos, los feos escribimos.

Pregúntesé, estimado leyente, qué cosas merecen ser sabidas y, en cambio, cuáles ameritan permanecer para siempre en el piadoso terreno de lo desconocido. Verá cuántos disgustos se ahorra. Y si no, piense en los incautos que se quedan en el boliche hasta que cierra y prenden la luz.

La del culo a la derecha tiene halitosis y escucha Arjona. ¿Querías saberlo?